A mí me encantan los títulos AAA, me compré una PS4 precisamente por los potentes exclusivos que Sony se había encargado de manufacturar para su plataforma y también por los juegos multiplataformas que podía jugar ahí, eso no quita que pueda disfrutar de obras de presupuesto más modesto. A decir verdad, los indies y “juegos de nicho” son los títulos que a mí me regresan la puta vida y así como en su momento quedé embrujado por The Witcher 3, God of War o Uncharted 4 también existen juegos que me dejaron maravillado y no precisamente son títulos con una puesta en escena magnánima o tan siquiera son tan conocidos; ahí tenemos a Fragile Dreams, One Shot, Ib, Undertale, Momodora o Hollow Knight.
Cuando
menciono que estos juegos me dan la vida es porque a pesar de su
modestia tienen elementos que los hacen brillar con muchísima fuerza
y sí, no serán productos que estén pulidos al máximo e inclusive
es común encontrar decisiones de diseño muy cuestionables o
apartados enteros que hacen aguas y no hay por donde agarrarlos…
pero aún así se nota el amor de los desarrolladores logrando
transmitir al jugador momentos simplemente impagables, mágicos me
atrevería a decir. La historia de The Witcher 3 estará de puta
madre, los combates de God of War serán todo un espectáculo y las
mecánicas de disparo de Ghost Recon: Wild Lands serán una delicia…
pero por lo menos yo no podría negar que la melancólica historia de
Fragile Dreams, el absurdo y loquísimo planteamiento de Omnibus, el
frenesí de Hotline Miami, lo adorable y entrañable que resulta ser
Niko de One Shot, la estética entre lo onírico y pesadillesco de Ib
o el flow que me permite sentirme todo un virtuoso en Olliolli son
elementos que como jugador atesoro a la par de agradecer enormemente
el poder disfrutarlos en su momento.