
El año pasado será recordado como uno de los mejores años en la industria de los videojuegos (por lo menos de la historia reciente) debido a la avalancha de títulos AAA que llegaron para encandilarnos, sin embargo no todo fue ver el espectacular retorno de franquicias que creíamos perdidas como Prey, la popularización y bombazo que pegaron sagas consideradas de nicho muy específico como es en el caso de Persona 5 o Nier o la capacidad de Nintendo para sorprender con el esperadísimo The Legend of Zelda: Breath of the Wild; también un pequeño estudio nos ofrecía una de las experiencias más locas luego de sufrir un verdadero calvario para lograr dar forma a un proyecto fresco con un reconocible sabor clásico que hizo rendir frente a sus pies al público y crítica por igual.