martes, 22 de octubre de 2019

Día 22: Ripsaw Rage (Donkey Kong Country 3)

 


La SNES me acompañó un ratito durante mi infancia. Cierto es que no fue mi consola predilecta pues apenas la tuve por dos años antes de ser premiado con una PS1 de parte de mis padres y en ese entonces me entretenía más con la N64 comunitaria que teníamos en casa de la abuela; pero decir que no la disfruté muchísimo sería ser ingrato.

En los pocos años que tuve una SNES los juegos que llegué a tener en físico los puedo contar apenas con los dedos de ambas manos; nunca tuve más de 5 cartuchos, esto porque mi padre en lugar de comprarme más juegos me hacía cambiar uno de los míos por otro en un mercadillo de la ciudad, y el único que realmente tuve nuevo fue Donkey Kong Country 3.

A mí me encantaba el juego, pero algunas fases me daban mucho miedo por su planteamiento. Las tres fases que más me evocaban sudores fríos tenían en común el existir un enemigo que obligaba a poner los pies en polvorosa. Ya mítica me parece la fase donde un enjambre de abejas te persigue de forma incansable por la selva o un nivel acuático donde un pez ronda a nuestros monos buscando comida y de no ser saciado nos pega un mordisco… pero el más memorable para mí es sin duda el que acontece entre los troncos de enormes árboles llamado “Ripsaw Rage”.

Desde el inicio el nivel comienza fuerte, una enorme sierra manual empieza a serruchar en ascendente y amenaza con partirnos a la mitad si no nos movemos a las de ya. Si bien esta no es la única fase que tiene una clara alusión a la destrucción de la naturaleza en pro de la industrialización sí que sorprende poner una sierra como elemento a sortear para la ocasión por lo impactante que es en lo visual y por el contexto. La sierra además se mueve con una velocidad alarmante, a eso le sumamos que esta fase exige bastante coordinación a la hora de saltar y tenemos la ansiedad convertida en nivel.


De niño, hablamos que para ese entonces tendría unos 5 años a lo mucho, odiaba con toda mi alma esta fase. Tener a escasos centímetros los filosos dientes de la enorme herramienta me hacía sudar al punto que me costaba agarrar firmemente el control porque mis manos estaban muy húmedas. El alivio que sentí al llegar a la cima del tronco para izar la bandera del final del nivel es de mis mayores logros como jugador durante mi infancia.

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