La SNES me acompañó un ratito durante mi infancia. Cierto es que no fue mi consola predilecta pues apenas la tuve por dos años antes de ser premiado con una PS1 de parte de mis padres y en ese entonces me entretenía más con la N64 comunitaria que teníamos en casa de la abuela; pero decir que no la disfruté muchísimo sería ser ingrato.
En
los pocos años que tuve una SNES los juegos que llegué a tener en
físico los puedo contar apenas con los dedos de ambas manos; nunca
tuve más de 5 cartuchos, esto porque mi padre en lugar de comprarme
más juegos me hacía cambiar uno de los míos por otro en un
mercadillo de la ciudad, y el único que realmente tuve nuevo fue
Donkey Kong Country 3.
A
mí me encantaba el juego, pero algunas fases me daban mucho miedo
por su planteamiento. Las tres fases que más me evocaban sudores
fríos tenían en común el existir un enemigo que obligaba a poner
los pies en polvorosa. Ya mítica me parece la fase donde un enjambre
de abejas te persigue de forma incansable por la selva o un nivel
acuático donde un pez ronda a nuestros monos buscando comida y de no
ser saciado nos pega un mordisco… pero el más memorable para mí
es sin duda el que acontece entre los troncos de enormes árboles
llamado “Ripsaw Rage”.
Desde
el inicio el nivel comienza fuerte, una enorme sierra manual empieza
a serruchar en ascendente y amenaza con partirnos a la mitad si no
nos movemos a las de ya. Si bien esta no es la única fase que tiene
una clara alusión a la destrucción de la naturaleza en pro de la
industrialización sí que sorprende poner una sierra como elemento a
sortear para la ocasión por lo impactante que es en lo visual y por
el contexto. La sierra además se mueve con una velocidad alarmante,
a eso le sumamos que esta fase exige bastante coordinación a la hora
de saltar y tenemos la ansiedad convertida en nivel.
De
niño, hablamos que para ese entonces tendría unos 5 años a lo
mucho, odiaba con toda mi alma esta fase. Tener a escasos centímetros
los filosos dientes de la enorme herramienta me hacía sudar al punto
que me costaba agarrar firmemente el control porque mis manos estaban
muy húmedas. El alivio que sentí al llegar a la cima del tronco
para izar la bandera del final del nivel es de mis mayores logros
como jugador durante mi infancia.
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